La Comisión Europea, que el pasado julio presentó su propuesta Fit for 55 con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono en 2030 al menos en un 55% respecto a 1990 y alcanzar la neutralidad climática en 2050, pretende que el sector residencial sea uno de los pilares sobre los que se apuntale esta transición. La razón es obvia, ya que, según los datos que maneja Bruselas, los edificios consumen el 40% de la energía utilizada en toda la Unión Europea (UE) y generan alrededor del 36% de las emisiones.

 

Además, recuerda el Ejecutivo comunitario, “la mayor parte de la energía consumida en los edificios todavía proviene de combustibles fósiles”. El diagnóstico parece inapelable, pero la Comisión sabe que si las ayudas a la rehabilitación energética que gestionen los países no llegan a las capas más humildes de la población de forma masiva, la transformación del parque residencial nunca será completa.

 

 

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